ZONAS DE EXCLUSION: LA DIGNIDAD NEGADA

Existe un hilo conductor, un eje cultural de creencias que se traduce en acciones concretas, que motoriza todas las relaciones interpersonales hasta configurar un modelo de sociedad ideal para los miembros que comparten la pauta. Un prototipo que puede tener su eje en lo económico, lo cultural, el aspecto físico –el color de piel, de pelo, de ojos, la contextura física, altura, en fin, rasgos antropométricos específicos, o vestimenta- con una interacción social concreta que selecciona individuos para su inclusión, o descarta en una implacable discriminación a determinados individuos. Tal segregación es perfectamente visible en las relaciones cotidianas, aparentemente inocentes y aceptadas por todos: la selección de personal para determinados empleos,  ingreso y permanencia en sitios recreativos, reconocimiento de méritos, etc-.
Tal binomio “inclusión – exclusión” tiene su correlato con el conjunto de valores subyacentes de esa comunidad. Más en lo profundo encontramos que quienes se ven a sí mismos como merecedores de la inclusión, y excluyen al considerado “otro”, alientan para sí un sentimiento de superioridad.
Tal superioridad es reflejo del encaje en un determinado parámetro étnico,  económico o de atributos físicos.
El efecto concreto de tal sentimiento de superioridad es considerar al “otro” -al no merecedor de la inclusión-, como cosa, como objeto del que se puede disponer: comprar, vender, explotar, desterrar, despojar o matar.

Como en un macabro collar, dicho hilo conductor enhebra las nefastas perlas de la exclusión, la explotación y el abuso sobre el cuerpo del “otro”, el ajeno.
A lo largo de toda la historia existencial de cada individuo la dignidad que le corresponde en razón de su humanidad es susceptible de ser negada. De la cuna a la tumba la condición humana puede ser trocada en situación de cosa.

Como si se tratara de un libro de historias de espanto, podemos seguir capítulo a capítulo cada instancia del itinerario vital susceptible de ser asaltada por la negación de la dignidad, por la obscena falta de respeto a las garantías y derechos personales. Los momentos en que la humanidad es cosificada.
·      Un capítulo inicial hablaría del ser humano antes de nacer, de la manipulación genética, del derecho de continuar la existencia una vez concebido, de la experimentación con embriones…
































·      Abandono de personas ya sin uso “útil” en depósitos (geriátricos) clandestinos














Para acentuar el efecto macabro,  al voltear cada página, suena cascada una voz en off declamando, en un bucle repetitivo, como un lejano eco: “… promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”

Más allá de la invocación religiosa de la Constitución a la “protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”, ¿cómo atacar la cosificación de lo humano?

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